jueves, 11 de junio de 2015

Lo que nadie te cuenta de vivir solo

Cuando uno piensa en irse de vivir solo la hipoteca o el miedo a estar mucho tiempo sin nadie son los principales temores, pero una vez superados ambos hay otra serie de cosa que nadie te cuenta de vivir solo. Y que por lo general solo te das cuenta de ellas cuando te encuentras en casa sin nadie más a quien recurrir. 

Seguro que hay muchas más, pero después de varios meses de ardua investigación, os presento las 10 cosas que nadie te cuenta de vivir solo. ¿Estás pensando en independizarte en solitario?



1. No podrás ponerte vestidos ni camisetas con cierre en la espalda. Os parecerá una tontería, sobre todo si sois chicos, pero no sabéis lo mucho que se echa en falta compartir casa con alguien cuando no puedes subirte la cremallera de un vestido y tienes que salir corriendo a un acontecimiento (boda, bautizo, cita cualquiera...). Si tienes vecinos guaperas puedes usarlo como excusa para hacerles una visita. Eso es lo que harían en una película romántica.

2. Colocar los cuadros es imposible. ¿Cómo que no? Intenta sujetar un cuadro en la pared y alejarte para ver cómo queda y al mismo tiempo hacer la marca para taladrar. Salvo que tengas los brazos del kilométrico de Boomer es imposible. Hay que aprovechar las visitas de confianza para hacerlo.


3. Date por perdido como te dé el lumbago o algún dolor muscular que te impida levantarte. Puedes pasarte una hora entera tirado en el suelo hasta que seas capaz de arrastrarte hasta el teléfono. Un consejo: lleva siempre el móvil contigo.


4. Llenar una lavadora. En una casa con tres o cuatro personas se puede poner una lavadora al día -experiencia personal. Cuando vives sola si puedes poner una a la semana te dan ganas de festejarlo porque parece imposible llenarla. La alegría desaparecerá cuando te das cuenta de que te tocará plancharla porque no hay nadie más.

5. Descubres una alopecia desconocida. Hasta entonces los pelos que encontrabas en la ducha o al limpiar eran de otros. Ahora ya no te queda disculpa, salvo que tengas gato, para reconocer que se te está cayendo el pelo.

6. Pones a prueba tu altura y fuerza. Si eres bajito -como yo- te estirarás cual contorsionista para llegar al altillo en que guardas las maletas y si no tienes fuerza en los brazos dejarás los botes de mermelada y mayonesa sin abrir a la espera de que alguien con más fuerza vaya de visita.

7. No discutes por la decoración, ni por lo que se ve en la tele ni por lo que comes. No tienes con quien discutir, pero no te creas, que puedes tener serios dilemas contigo misma, incluso descubrir como cada vez hablas sola y en voz alta con más frecuencia.


8. Puedes beber antes de las 5. Nadie te va a juzgar por si destapas el vino a la hora de la merienda ni si desayunas a la 1 y cenas a las 7. El brunch lo inventó alguien que vivía solo, tenedlo bien claro.

9. Pedir comida es toda una experiencia. Primero la vergüenza de pedir para uno, luego que no llegas al importe mínimo para hacer pedido, después que no te sirve ninguna de las ofertas... Al final cuando pides a domicilio es como si hicieras la compra y te pasas toda la semana cenando pizza recalentada.

10. Tienes libertad absoluta para pasarte el fin de semana en pijama, sin acercarte a la ducha ni hacer la cama. El único problema es que llegue alguna visita sin haber avisado.


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