domingo, 15 de febrero de 2015

Por qué gustan las series mamarrachas, perdón los guilty pleasures

Hay ocasiones que parece que uno va por la vida justificando lo que hace. Lo que ve, lo que dice, lo que lee,... Si perteneces al grupo de los seriéfilos (ahora está de moda llamarse así, antes simplemente eras el tío raro que se pasaba horas viendo la tele) parece que estás obligado a ver ciertas cosas y a denostar otras tantas.

Me explico. Breaking bad y Mad men son el santo grial de la televisión y a series tales como Pretty Little Liars o Beauty and the beast (y todo el catálogo de CW, así como cualquier española) únicamente puedes referirte para pedir su cancelación, ponerlos como ejemplos de productos de tan baja calidad y, por supuesto, tachar de series inferiores a quien los ve.


Hace tiempo surgió el concepto guilty pleasures para reconocer que se veían estas series que, parece ser, provocan un efecto similar al de la tableta de chocolate que te comes para, acto seguido, sentirte culpable. ¿Culpable? El chocolate engorda y se va de cabeza al michelín, pero ¿qué tiene de malo ver series? Por malas o buenas que sean son un producto de entretenimiento (no deberíamos olvidar nunca que es el principal valor de la tele: ENTRETIENE), no buscan más.

Uno puede decidir romperse la cabeza intentando descubrir el galimatías que era Lost, sufrir con lo que avanza la tecnología y la maldad humana en Black Mirror o tratar de saber cómo Sherlock fingió su muerte. Eso es tan lícito como reírte de que en Reign tuvieran fútbol y macarons siglos antes de que se descubrieran o de que Rosewood sea un pueblo en el que las adolescentes no tienen padres que se preocupen por ellas (y así llevamos cinco temporadas de Pretty Little Liars).

¿Te hace más listo ver Game of thrones que Jane the virgin? No, la respuesta es no y quien piense lo contrario tiene un serio problema. Se han dado casos (y aquí entramos la mayoría de los llamados seriéfilos) en que se combinan visionados de series que algunos llaman buenas con las que yo considero mamarrachadas (no son guilty pleasures porque yo no me siento culpable de verlas).
Un jueves a las 11 de la noche, después de haber trabajado, hecho la cena y la comida del día siguiente y teniendo unas pelusas al lado del sofá que me miran de reojo a mi no me apetece ponerme a elucubrar las triquiñuelas de los Lannister ni escuchar a la Khalessi hablando en idiomas extraños. Lo que quiero (y mi cuerpo necesita) es verme algo que no requiera esfuerzo. 

How to get away with murder no da tanto trabajo y además acaba sorprendiéndote aunque ya te esperas que pase cualquier cosa. Y puede que por eso, precisamente, la serie de Shonda Rymes se emite los jueves por la noche y la de la saga de George R. R: Martin los domingos por la noche, cuando se supone que estás descansado para empezar la semana.


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