jueves, 4 de diciembre de 2014

Los 30 son los nuevos 20. Esa gran mentira

En el momento en que cumples 30 años todo el mundo te viene con la manida frase de 'los 30 son los nuevos 20'. Y a cada año que sumes te dirán que son 21, 22, 23,... Como a alguien se le ocurra decirme el próximo lunes que cumplo 24 no respondo de mi reacción. No, los 30 no son los nuevos 20 por mucho que os empeñéis por mucho que lo diga Yo Donna o SModa. Son mucho peor.
A los 20 años cualquiera dormía a pata suelta, se iba de juerga y empalmaba con el trabajo del día siguiente y era capaz de comerse un cachopo entero sin que se le cambiara el gesto (incluso a veces forzando entraba café y postre). Desde hace cuatro años es imposible que yo haga cualquiera de esas cosas (y otras muchas que no entramos a detallar), y como yo, casi todos los de mi quinta.

El despertarte sin ningún motivo a las 8 de la mañana un domingo y levantarte a hacer cosas que tienes pendientes o -lo que es aún peor- adelantar previsiones es de lo más habitual cuando pasas de los 30. Incluso aunque el día anterior hayas salido te vas a despertar pronto y no harás nada productivo, pero sí que te arrastrarás hasta el sofá porque tienes resaca.

¿Cómo voy a tener resaca si sólo me he tomado tres cañas? Pues sí amigo, uno es capaz de tener resaca con tres cañas y sin siquiera haber tomado ninguna. Dolor de cabeza, malestar en la garganta, un trancazo de campeonato por haber cogido frío (ya no tienes 20 años para salir en manga corta de los bares) o ardor de estómago porque no, cenar cachopo ya no es tan buena idea como lo era hace 10 años son síntomas habituales de un treinteañero que ha trasnochado.

Ya si te has convertido en un adorador de la vida sana -algo que ocurre casi nunca antes de superar la treintena- no tendrás resaca porque no saldrás, pero igualmente te levantarás a las 8 de la mañana (o aún antes) para salir a correr y tuitearás sobre lo bien que te sientes después de haber gastado zapatilla durante 10 kilómetros y la vergüenza que has sentido al encontrarte a unos medio borrachos de vuelta a casa. ¡Tú eras uno de esos borrachos hace 10 años!

El dormir estaba sobrevalorado con 20 años y con 30 años desearías poder pasar el fin de semana durmiendo. Acostarte el viernes a las 8 de la tarde y amanecer el lunes para ir a trabajar. Diversas causas te lo impiden: tener hijos, que en la mayor parte de los casos también creen que dormir está sobrevalorado; tener preocupaciones que te roben el sueño o ser autónomo y currar fines de semana y festivos, totalmente compatible con el punto anterior, incluso con el primero, para lo que ya hay que tener mérito.

Uno con 20 años vivía con papá y mamá, o a lo sumo en un piso de alquiler compartido y financiado por papá y mamá porque estás estudiando. A los 30 puedes encontrarte que aún vives con papá y mamá o que eres de los afortunados que puede pagar un alquiler o hacer frente a una hipoteca. ¿Te acuerdas que cuando tenías 20 esto te sonaba a persona realizada, madura, segura de si misma y centrada en la vida tener un alquiler o una hipoteca? Bueno, pues cuando cumplas los 30 ya verás que no. Principalmente son personas que echan muchas cuentas y a las que se les cae el pelo.
Y de paso descubrirás que has alcanzado, incluso superado, la edad de tus personajes favoritos de cine o televisión y ¿qué has hecho con tu vida? ni una tercera parte de lo que hicieron ellos. Cuando acabó Friends Rachel tenía 33 años. Ahora mismo yo soy mayor que Rachel. ¡Soy mayor que todos los protagonistas de Friends!

Rachel a mi edad ya llevaba años trabajando en Ralph Lauren y le había ofrecido un contrato jugosísimo en París. ¿Cuándo tuve yo mi mejor momento laboral? Pues antes de cumplir los 30 cuando además no había problemas en decidir que este finde me iba a cualquier sitio sin siquiera mirar la cuenta del banco. Los 30 no son los 20, sobre todo si el cambio de década te ha coincidido con una crisis económica.

Con 20 años te sabías el nombre de todas las canciones que salían en la radio y ¡hasta te comprabas discos! A los 30 te puedes saber el nombre de los potitos de tu hijo, de las tiendas de decoración más baratas o el de diferentes técnicas para recuperar viejos antiguos. El último concierto al que fuiste fue al de alguno salido de Operación Triunfo.

A los 30 ya no socializas tanto fuera de casa, te vuelves más casero y te has vuelto un manitas que lo mismo arregla una tostadora que hace manualidades. Con 20 no eras capaz ni de abrir el bote de mermelada cuando era nuevo, pero ahora las necesidades son otras. Y prefieres pasar el domingo acurrucado en el sofá con una película o un libro a salir a tomar algo. Por el mero hecho de no tener que renunciar al pijama. Sí, a los 30 el pijama se convierte en tu ropa favorita.

Los 20 no tienen las preocupaciones de los 30, ni los achaques de los 30. A los 20 te tiñes 'por cambiar el look' y a los 30 querrías no hacerlo pero tienes que tapar las canas, que cada vez son más. El maquillaje tampoco es opcional y te haces especialista en antiojeras. Es lo bueno que tienen los pijamas, que no necesitan de maquillaje ni antiojeras.



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